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Ilusiones colectivas y la realidad social

El deber del estudiantado, los profesionales, los agricultores, campesinos, empresarios, trabajadores y todos los sectores de la sociedad, es el de ser críticos. El principal objetivo en toda sociedad es repudiar la violencia contra cualquier individuo, abogando por igualdad ante la ley como pilar de justicia distributiva. Privilegios grupales solo incuban injusticia sistémica, alimentando ciclos viciosos. La mayoría rara vez acierta —sus elegidos reflejan impulsos efímeros, guiados por lo último consumido en redes—. Prefieren uniformidad, discriminando al disidente; el acriticismo invita elogios fáciles. Mas el pensamiento divergente desbloquea la libertad auténtica: el antídoto contra la tiranía de la muchedumbre.
2 de diciembre de 2025 por
Balta Anay

Despertar a la realidad en un mundo de ilusiones colectivas

La capacidad de percibir la realidad sin filtros ideológicos es fundamental para discernir la verdad objetiva y reconfigurar nuestra visión del mundo. Este ejercicio cognitivo, alejado de la falacia ad populum —esa tendencia irracional a validar ideas por su popularidad—, fomenta una comprensión profunda de los hechos. En un panorama dominado por narrativas uniformes, cuestionar la opinión mayoritaria no solo evita el conformismo intelectual, sino que preserva la integridad del pensamiento crítico.

Quienes se adhieren ciegamente a corrientes ideológicas dominantes suelen perpetuar un estancamiento cultural y económico. Esta lealtad acrítica erosiona la innovación y conduce a la mediocridad sistémica, donde el progreso se mide por consignas en lugar de resultados tangibles.

Consideremos la autoproclamada vanguardia de la generación del siglo XXI, que se erige como salvadora global. Estos activistas prometen erradicar la pobreza mediante políticas redistributivas agresivas, como incrementos fiscales progresivos. Sin embargo, evidencias empíricas desmienten su eficacia: según análisis del Instituto Cato, los recortes fiscales de 2017 en EE.UU. impulsaron la inversión empresarial en un 10-15% y aceleraron el crecimiento económico, mientras que alzas impositivas históricas han profundizado recesiones y elevado la deuda pública sin reducir la desigualdad neta. En esencia, tales medidas no empoderan a los vulnerables; en cambio, desincentivan la creación de riqueza, perpetuando ciclos de dependencia estatal.

La mayoría, influida por estas corrientes antinaturales —que contradicen principios biológicos y socioeconómicos arraigados—, absorbe narrativas manipuladas. Se les inculca que son "proyectos del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", un eco distorsionado de ideales democráticos. El desenlace inevitable son desastres socioeconómicos: hiperinflación, erosión de libertades y migraciones masivas, como se observa en regímenes intervencionistas del siglo XX. Aun así, la muchedumbre aplaude a los promotores de estas visiones catastróficas, ignorando lecciones históricas.

Un ejemplo paradigmático es la supuesta aversión al "discurso del odio". Sus defensores lo condenan retóricamente, pero fomentan la estigmatización selectiva de grupos enteros, como hombres o disidentes conservadores. Esta hipocresía se revela en su silencio ante formas graves de intolerancia: el antisemitismo y el anticristianismo rampantes en círculos progresistas. Reportes de la Liga Antidifamación (ADL) documentan un auge del 30-50% en incidentes antisemitas vinculados a la izquierda radical europea desde 2020, a menudo enmascarados como "crítica antiisraelí". Más alarmante: su propia retórica destila animadversión hacia disidentes, priorizando un odio "permitido" mientras ignoran el universal. Solo les concierne el odio que encaja en su agenda, no la equidad real.

Esta selectividad se extiende a la defensa de la mujer, donde se alza la voz contra la violencia de género sin examinar el panorama completo. Se pinta a las mujeres como víctimas perpetuas, ignorando datos que humanizan a todas las partes. Globalmente, la prevalencia de violencia doméstica contra hombres oscila entre el 3.4% y 20.3%, con un 24% de víctimas masculinas en estudios de victimización del 2014. En el Reino Unido, uno de cada 15 hombres (6.5%) reporta abuso en 2024, comparable a tasas femeninas en contextos no letales. Promover la "defensa femenina" reduce así a la mujer a un estado de vulnerabilidad psicológica crónica, donde cualquier logro parece revocable.

La igualdad de género, en su versión cuota-basada, agrava esta distorsión: instituye privilegios que socavan la equidad legal formal. Investigaciones muestran que tales cuotas, aunque elevan la representación simbólica femenina en un 20-30%, reducen la cooperatividad en equipos y se perciben como injustas, fomentando resentimientos y desigualdades procesales. Campañas alarmistas proclaman miles de "feminicidios diarios" por mera condición de género, pero carecen de paralelo histórico: en sociedades modernas, no hay persecuciones sistemáticas casa por casa, como el Holocausto judío bajo los nazis. En lugar de soluciones integrales —educación, apoyo familiar—, optan por victimismo performativo.

Estos "salvadores" no resuelven; se disfrazan. Afirman actuar por la mayoría sufriente, pero sus artífices son burócratas elitistas que manipulan masas vía propaganda cognitiva. Buscan institucionalizar doctrinas que, como consecuencia directa, escalan la violencia interpersonal (un 15-20% en entornos cuota-rígidos), desigualdad jurídica y criminalización genérica del varón, erosionando la cohesión social.

El 8 de marzo ilustra esta farsa: una fecha arbitraria, orquestada por burocracias internacionales desde 1910, que no avanza la humanidad sino agendas elitistas. Críticos conservadores, como en Heritage Foundation, la ven como un "lavado púrpura" que invisibiliza contribuciones de mujeres tradicionales —empresarias, madres, líderes éticas— en favor de narrativas radicales. Es "por las élites, de las élites y para las élites", vendida como empoderamiento popular.

No precisamos días conmemorativos de mujer u hombre; equivalen a concesiones simbólicas que dividen. La verdadera batalla debe ser cotidiana: contra intentos de desarraigo de nuestra naturaleza biológica —dimorfismo sexual, roles complementarios— y prácticas societales que forjan naciones unidas. Estas estructuras, arraigadas en la racionalidad humana, nos distinguen como seres éticos y colectivos.

En cierre, el deber del estudiantado, los profesionales, los agricultores, campesinos, empresarios, trabajadores y todos los sectores de la sociedad, es el de ser críticos. El principal objetivo en toda sociedad es repudiar la violencia contra cualquier individuo, abogando por igualdad ante la ley como pilar de justicia distributiva. Privilegios grupales solo incuban injusticia sistémica, alimentando ciclos viciosos. La mayoría rara vez acierta —sus elegidos reflejan impulsos efímeros, guiados por lo último consumido en redes—. Prefieren uniformidad, discriminando al disidente; el acriticismo invita elogios fáciles. Mas el pensamiento divergente desbloquea la libertad auténtica: el antídoto contra la tiranía de la muchedumbre.


Tercera edición. Actualizaciones 2025.

Publicación: 8 marzo de 2023

Libres y multitud

El surgimiento y desarrollo de la Unipolaridad, Bipolaridad y Multipolaridad en el mundo.
La historia demuestra que ningún orden polar es eterno. La unipolaridad tiende a generar resistencia y coaliciones contrapeso; la bipolaridad produce carreras armamentistas agotadoras; la multipolaridad facilita guerras por desequilibrios rápidos. Cada cambio de estructura ha traído consigo revoluciones tecnológicas, transformaciones ideológicas y reconfiguraciones profundas del orden mundial.